TRANSICIÓN ENERGÉTICA: UNA URGENCIA POR EL FUTURO
El ser humano, a lo largo de su historia, ha aprovechado aquello que está en su entorno para sobrevivir y desarrollarse de manera constante, pero en sus inicios muchas de sus actividades de extracción de elementos no contemplaban la posibilidad de que aquello que extraían se pueda acabar en algún momento, ni en cómo afectaría esto al ecosistema en el que se desenvuelve.
En su búsqueda por hacer su vida más cómoda y placentera, el humano ha explotado las bondades del planeta tierra sin descanso a través de actividades como la minería o petrolería, lo cual, además de la contaminación que conlleva la extracción y procesamiento de los minerales, impacta directamente en el medio ambiente de la zona donde se trabaja, pues la deforestación, contaminación del suelo o causales de líquido vital truncan la vida de muchas comunidades.
De esta manera, en la actualidad las empresas y sociedades comienzan a ser conscientes de las consecuencias de nuestra inmensa dependencia de la explotación de la tierra, motivo por el que se han empezado a direccionar esfuerzos en un cambio en la matriz productiva, encaminándose hacia una transición energética.
Esta concientización respecto a diversas actividades extractivas y contaminantes también es paulatina, por lo que no todos los países tienen presentes los objetivos de desarrollo sostenible vinculados a la vida y al medio ambiente (vida de ecosistemas terrestres, acción por el clima, ciudades y comunidades sostenibles, agua limpia y saneamiento), hecho que ha motivado a las empresas a informar y dar a conocer tanto los ODS, como la necesidad de un cambio en la matriz productiva.
En Ecuador el tema de la transición energética apenas está tomando fuerza, pero en nuestros alrededores podemos ver algunas naciones que ya han comenzado a dar pasos para conseguir este cambio. En Chile, la empresa minera Cemin llegó a un acuerdo con la distribuidora eléctrica Enel, a través del que se va a dar un suministro certificado de un 100% de energías renovables no convencionales por seis años para sus operaciones extractivas, evitando así la emisión de 13.500t de CO2 al año.
Redacción. – David Fuertes
